Llegó la hora de la energía solar

Por: Lcdo. Gabriel Meléndez Cardona,

Abogado de El Puente-Enlace Latino de Acción Climatica

Becario de la Fundación Fondo Acceso a la Justicia

25 de agosto de 2022

El Negociado de Energía de Puerto Rico aprobó el séptimo aumento consecutivo a la factura de luz, alcanzando los 33.4 centavos el kilovatio/hora. La política pública energética del país establece mediante ley, la meta de una tarifa máxima de 20 centavos kilovatio/hora. Actualmente pagamos una tarifa 167% más cara que la tarifa legislada.

Puerto Rico importa el combustible que consume, por lo que el uso de gas como solución a nuestra crisis energética solo agrava nuestro problema de dependencia. Para junio la unidad básica de gas metano (Btu) alcanzó los $9, cifra más alta desde el 2008. Debido al
conflicto entre Rusia y Ucrania no se pronostica una reducción en su costo a corto plazo. Este gas no solo es dañino al ambiente, sino que también es inaccesible, derrotando cualquier tipo de ahorro o beneficio prometido por sus promotores. Es decir, las tarifas cobradas continuarán fluctuando según los mercados y los consumidores sufriremos estos aumentos bajo el ajuste por compra de combustible.

Entre los principales beneficiarios de esto está New Fortress Energy (NFE), quien opera
un terminal de gas en la Bahía de San Juan obviando el debido procedimiento administrativo e incumpliendo con las regulaciones ambientales. NFE se enfrenta al proceso de solicitud de permisos para legitimar la operación del terminal ante la Comisión Federal Reguladora de Energía (FERC). Esto luego de que la Corte Federal de Apelaciones para el Distrito de DC confirmara la decisión de FERC de asumir jurisdicción sobre el terminal, decisión que NFE impugnó sin éxito. Estamos frente a un asunto de justicia climática, donde una multinacional aprovechándose del estado de emergencia en el que se encontraba Puerto Rico después de los Huracanes Irma y Maria se lucra, burlando y evadiendo la fiscalización estatal, así como los procesos de planificación requeridos por ley.


El modus operandi de NFE queda evidenciado en un reporte publicado en febrero por el
Instituto de Economía Energética y Análisis Financiero. Este concluye que NFE tiene problemas de transparencia y financiamiento. Entre las irregularidades está, medir el volumen de gas procesado en medidas atípicas a la industria dando una impresión engañosa y no dejar claro a la Comisión de Valores y Bolsa que es un negocio de alto riesgo. Respecto al financiamiento, fue en el tercer trimestre de 2021 que por primera vez sus ingresos fueron positivos, aunque para el mismo periodo su deuda aumentó a $3,800 millones.


El contrato de suplido de gas entre AEE y NFE para generar energía mediante la quema
de este combustible, nos aleja de un sistema energético limpio y resiliente, que es lo que
compele la ley. Tanto la Ley 17 de 2019 como la Ley 33 de 2019, establecen objetivos claros de desplazar del sector energético el uso de combustibles fósiles, exigiendo una cartera de energía renovable de 20% para el 2022. Metas de las cuales nos encontramos muy distantes, ya que el 93% de la energía es generada mediante la quema de diésel, gas y carbón.


No podemos hacernos de la vista larga y permitir que la burocracia y el amiguismo
político hagan de estas leyes letra muerta, como ha ocurrido con otras leyes ambientales. La fiscalización y el cumplimiento de estas leyes históricamente ha recaído en las manos de ONGs e iniciativas comunitarias. Ante la inacción estatal, Queremos Sol desarrolló una alternativa diseñada y modelada con nuestro contexto isleño en mente. Esta propone la generación de energía mediante la instalación de placas solares en techos de estructuras ya existentes. Llegó la hora de que como pueblo nos hagamos las siguientes preguntas: ¿Qué preferimos? ¿La dependencia en un combustible fósil importado o la generación de energía solar limpia que satisfaga nuestras necesidades como país? ¿Esperaremos a que el gobierno voluntariamente decida cumplir con sus mandatos o salimos a exigir lo que nos merecemos?

Nuevos acuerdos ante la crisis climática

Por: Amy Orta Rivera, Coordinadora de Política Ambiental, El Puente-ELAC

18 de febrero del 2021

El viernes, 19 de febrero, Estados Unidos entra nuevamente al Acuerdo de París, el cual busca crear políticas para mitigar los gases de efecto invernadero (GEI) y adaptar a los países ante la crisis climática.

El cuatrienio de Donald Trump marcó un retroceso en estas políticas al punto en que no se podía confiar en la información sobre cambio climático provista por dependencias de gobierno como la Agencia de Protección Ambiental.

En los pasados cuatro años el cambio climático se trató como un mito. Al sector científico se le tildó de alarmista y se rechazó información fundamentada en evidencia y datos. Esto provocó que se continuara con la emisión indiscriminada de GEI, aumentando el deterioro de la salud del planeta y las comunidades más vulnerables en Estados Unidos y Puerto Rico.

El que Estados Unidos acepte los 29 Artículos que dispone el Acuerdo de París no significa que lleguemos de la noche a la mañana a un mundo con cero emisiones de GEI. Aunque la administración de Joseph Biden actualice leyes, regulaciones y órdenes ejecutivas para reducir la producción de los GEI, el proceso para alcanzar las metas establecidas tomará más tiempo. Las emisiones de los GEI tardan en descomponerse en la atmósfera de manera natural al menos 300 años. Las políticas de Trump de inacción ante el cambio climático las van a vivir las próximas 10 generaciones.

Esto nos deja saber que no podemos perder tiempo a la hora de cumplir con la legislación vigente y con aquella que se produzca o se enmiende. Por eso, urge crear proyectos de energía limpia y adjudicar fondos federales para atender esta emergencia. Si queremos reducir la causa mayor de la crisis climática, los GEI, todas estas estrategias mencionadas deben ser dirigidas a producir energía renovable, preferiblemente en techos, donde se garantice la protección de los terrenos con potencial agrícola.

A la crisis climática no le importa si creemos o no en ella. Existe evidencia suficiente sobre las causas del aumento en temperatura y las consecuencias de ese aumento. Desde sectores científicos, académicos, organizaciones sin fines de lucro y la sociedad civil llevamos años de lucha buscando que se atienda este tema. Recientemente más de 400 organizaciones y personas en Puerto Rico firmaron la Declaración por la Crisis Climática la cual busca que se atienda la crisis desde todos los componentes esenciales de la sociedad: “presupuesto, economía, energía, transportación, agricultura, salud, educación, infraestructura, vivienda, las artes y las ciencias, entre otras.”

La crisis climática lleva más de 30 años siendo estudiada y discutida en las diferentes esferas locales e internacionales. Si la crisis climática no se ha atendido con la determinación y rapidez que merece en Puerto Rico, no es por escasez de información, ni por ausencia de reclamos, sino por ausencia de compromiso de los políticos y de las agencias de gobierno. Cabe recordar que el exgobernador Ricardo Roselló se opuso a la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. En ese entonces, Roselló se unió a las voces de distintas jurisdicciones en Estados Unidos como Nueva York, California y Washington en favor de cumplir con el Acuerdo de París. Sin embargo, en la práctica el gobierno sigue apostando a la generación de energía basada en combustibles fósiles y la legislación existente no es suficiente para lograr los cambios necesarios en el tiempo que nos queda.